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Fuelle de botero

  Fuelle de botero
  Material: hierro, madera y piel
  Medidas: 98 x 78 x 34 cm
  Datación: década 1930
  Cesión: Juan Blanco García

 

fuelle_botero01.pngEn el siglo XVI empezó a disminuir el comercio de la lana y Horche fue sustituyendo la economía del pastoreo, por la basada en la agricultura. La población se dedicó mayoritariamente al cultivo de la vid y a la producción del vino. Fue a partir de entonces cuando se excavaron la mayoría de las cuevas-bodegas de carácter familiar, pero también a nivel industrial, cuya producción se vendía principalmente a Madrid, hasta que a finales del siglo XIX llegó la filoxera que arrasó los viñedos.

Entre los numerosos útiles y herramientas relacionados con el vino, destacamos una interesante pieza expuesta en el Museo, a la que se le podrían asociar dos usos diferentes. Se trata de un fuelle montado sobre caballete de hierro con cuatro patas sujetas por charnelas. Tiene la salida de aire en el extremo estrecho de la tapa superior en forma de boquilla de hierro de la que parte un tubo vertical que se dobla en el extremo. Para accionarlo cuenta en la parte delantera con una palanca de hierro con empuñadura de madera torneada.

Fuelle de botero para inflar los odres o pellejos de vino

fuelle_botero02.pngEn la provincia de Guadalajara, los curtidores de Budia1 llegaron a dominar el mercado de Madrid durante del siglo XVIII y hasta después de la Guerra Civil siguió su producción, junto con los de Mondéjar y Cogolludo, entre otros. Las pieles que de allí salían, eran de dos tipos, las destinadas al tráfico comercial, de gran cabida, confeccionadas con piel de cabra o macho cabrío –odres o pellejos–2; y las dedicadas a usos domésticos, de menor tamaño –botillos o botas–, elaborados con piel de gato o cabritilla3. Tanto unas como otras se dividían en dos clases en relación a su destino; los empegaos4, dedicados al transporte de vino, y los curtidos para el aceite.

Las grandes botas, odres o pellejos para el vino, se hacían en boterías y teneríasque ocupaban los alrededores de los pueblos. La piel usada debía haber sido despellejada entera, abriendo tan solo una raja desde la punta de una garra hasta el empiece del rabo. Luego con el puño envuelto en un trapo se sacaba la otra garra, y a continuación tirando lentamente se va iba separando la piel entera, evitando cualquier corte o rotura6. Posteriormente se salaba y esperaba hasta poder sobar la piel y darle la vuelta, dejando el pelo por fuera, para trasquilarlo y que la pez agarrara bien, a continuación se procedía al cosido y de nuevo se daba la vuelta al pellejo. Era el momento de inflarlo y ponerlo tenso con ayuda del fuelle de botero, que se accionaba con una mano mientras la otra sujetaba la boca del recipiente en el extremo de salida del aire. Una vez hinchado se espolvoreaba con yeso blanco para ayudar al raspado de la piel con una guadaña o dalle y quitarle la grasa.

fuelle_botero03.pngDespués, durante veinte o treinta días, se dejaba al pellejo con la mezcla de corteza de pino molida o encina machacada y agua. Transcurrido este tiempo, se le daba una nueva vuelta e hinchaba el pellejo introduciendo en su interior la pez muy caliente, agitando y haciendo que se impregnara bien toda la superficie. Una vez bien sobado, se abría para soltar la pez sobrante y se le daba de nuevo aire con el fuelle, se ataba la boca y se echaba en agua fría para que cogiera la forma deseada y se colgaba durante un día. Tras este proceso el pellejo quedaba disponible para el uso. Se colocaba un brocal, que antiguamente se hacían de astas de toro o para las botas que rondaban la arroba (16 litros), se usaban
brocales hechos de madera.

Los odres se suministraban aplastados en fardos, de manera que al recibirlos había que dejarlos una noche a la intemperie para que con la humedad se ablandase la pez, y luego hincharlos con el fuelle. Para su correcta conservación era necesario que estuvieran hinchados y colgados, por lo que este tipo de fuelles estaría presente en las bodegas horchanas, como elemento auxiliar para la conservación de los pellejos.

Fuelle para trasegar

fuelle_botero04.pngPor otro lado, es interesante conocer la similitud entre los fuelles de botero, con los utilizados para trasegar. A mediados del siglo XIX, para facilitar las tareas del trasiego del vino se empezó a comercializar y poner en uso las bombas, siendo las rotativas manuales, según la publicidad de la época, las que tenían la ventaja de no agitar el líquido, por ser su aspiración continua7. Para el trasiego a barricas o recipientes pequeños se empleaba el fuelle, también conocido como fuelle bordelés o medoqués8, cuyo funcionamiento es sencillo; se pone en comunicación la boca del envase a trasegar, por medio de un tubo de caucho terminado por una pieza de madera, (llamada «cabeza de perro») o de bronce, que se introduce en dicha boca, tapándola herméticamente, lo que hace que penetre en el envase una corriente de aire, que ejerce presión sobre la capa superior del vino a trasegar, haciendo que éste, por sus capas inferiores límpidas, penetre y ascienda el interior de un tubo, que forma parte del aparato, y por él vaya a para el nuevo envase, previamente azufrado9.

Hay que diferenciar pues, estos fuelles utilizados en el trasiego, del conservado en el Museo, ya que aquellos carecen del tubo con extremo curvo, así como tubos de caucho y los manguitos descritos; lo que nos indica que el expuesto es un fuelle para inflar pellejos y no para trasegar vino. 

Bibliografía

  • CASTELLOTE HERRERO, Eulalia (1979): «Sigüenza: Notas de Etnografía». Wad-Al-Hayara. Revista de Estudios dela Institución Provincial de Cultura «Marqués de Santillana» de Guadalajara, nº 6, pp. 181-234.
  • OLIVERAS MASSO, Claudio (1931): «Cuidados del vino en el primer año». (Catecismos del agricultor y del ganadero; 28). Madrid, Caspe.
  • PUCHE FORTE, José (2001): «Los Boteros». Yakka, nº 11, pp. 217-225.

1 En Budia se conservan restos de la industria de los curtidos y nombres relacionados, como el de la calle Boteros.
2 Cordobán: piel curtida de macho cabrío o de cabra, obtenida mediante la curtición vegetal con sustancias especiales, entre ellas los taninos obtenidos a partir del zumaque.
3 La capacidad de los pellejos grandes oscilaba, en relación directa con el tamaño de la piel, entre los 50 y los 100 litros. La de los pequeños iba desde los 3 litros (gato), hasta los 6 u 8 litros tratándose de un cabrito. Castellote (1979), p. 186.
4 La pez, obtenida de la resina del pino, es el producto base del empegao, que se mezcla con aceite de oliva.
5 Tenería o curtiduría: sitio o taller donde se curten y trabajan las pieles.
6 Esta operación debía realizarse en invierno, porque en verano las cabras están pelechando. Era la estación de mayor venta de pieles, coincidiendo con la matanza, mezclando la carne de cabra con la de cerdo para abaratar los embutidos.

7 Amador Pfeiffer, fundó en 1863 en Barcelona una empresa dedicada a la maquinaria agrícola, comercializando fuelles medoqués para facilitar el trasiego del vino.
8 En referencia a su origen de la región de Médoc y Burdeos, productores de vino francés.
9 Oliveras Masso (1931), p. 24.

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