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Colmena de tronco

Colmena de Tronco

Técnica: tronco hueco o vaciado

Materiales: madera de olmo y hojalata

Medidas: 82 cm altura x 33 cm diámetro x 5 cm grosor

Datación: década 1940

Cesión: Alicia Fernández Manzano

 

La actividad apícola en la zona de La Alcarria se remonta a siglos atrás. Diversas investigaciones acreditan que, desde el siglo XVII, la provincia de Guadalajara fue pionera en la producción apícola y certifican la excelencia de la miel de La Alcarria y guadalajareña en este periodo[1]. La calidad y variedad en su producción, que actualmente cuenta con su denominación de origen[2], se debe a la abundante cantidad de matorrales y plantas aromáticas presentes en la comarca, fundamentalmente espliego o lavanda, romero, tomillo y ajedrea. Además de su orografía de páramos, valles y montes, que se sitúan entre 600 y 1.100 metros de altitud, así como por su clima mediterráneo continentalizado.

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La antigüedad y desarrollo de esta actividad se evidencian en las colmenas realizadas en troncos huecos de árbol, que fueron las más utilizadas en La Alcarria, como la pieza que presentamos, expuesta en el Museo Etnográfico de Horche. Se trata de las colmenas tradicionales denominadas `fijas´ (apicultura fijista: aquella que tiene sus panales fijos e inseparables del recipiente), que hacían uso de los materiales disponibles en cada zona: corcho, si había alcornoques; troncos de olmo, álamo, encina, roble o castaño; y de fibras vegetales tejidas (mimbre, caña, esparto, enea o paja), así como arcilla, entre otros.

Esta colmena se disponía verticalmente y se fabricaba a partir de un viejo tronco hueco. Se cortaba el tronco a la longitud deseada y se descortezaba con un hacha, igualando su superficie quitando los nudos y salientes; a veces, se dejaba la corteza natural a modo de aislante térmico. A continuación, se vaciaba la parte central utilizando una gubia, un formón o herramienta similar, incluso, para agilizar esta labor, a veces se quemaba el tronco, obteniendo un cilindro con una pared de 5 a 8 centímetros de espesor.

Hacia la mitad del tronco, con una barrena, se abrían dos pares de orificios enfrentados para colocar unas crucetas de palos de madera, que cumplían varias funciones: permitían a las abejas fijar, sujetar y dar estabilidad a los pana­les; indicaban hasta dónde se podía extraer la miel y facilitaban poder mover el tronco, ya que a veces las crucetas se dejaban sobresalir por ambos lados, lo que servía para asir la colmena. Asimismo, se hacían dos o tres agujeros en la parte inferior para que las abejas pudieran entrar y salir, denominados piquera, biquera o aviaderos. En ocasiones, además de estos, se perforaban otros tantos agujeros por encima de cruceta central para facilitar la salida de las abejas de la colmena durante el periodo invernal, época en la que a veces se tapaban los orificios inferiores para que la colmena conservase mejor el calor, abriéndose de nuevo en primavera.

En la parte superior o cabeza de la colmena, se le hacía una hendidura para colocar una tapa circular de madera hecha a medida, a modo de tejado, denominada témpanotapadero, del cual cuelgan los panales. El témpano solía estar dividido en dos piezas semicirculares, que algunos apicultores marcaban `con una navaja´ con una raya o dos rayas; para que, en la operación de extracción de los panales de miel, denominada castra o catar las colmenas, pudieran diferenciar el año par del impar. Se explotaba la miel por un extremo y hasta la cruceta, y al año siguiente por el otro. De esta manera se aseguraba no dejar envejecer ni ensuciar los panales, garantizando que la colonia tuviera la cantidad de miel necesaria para su alimentación durante todo el año.

Los mieleros

La tapa se cerraba de diferentes formas, dependiendo la zona. En algunos casos, el témpano se clavaba al tronco con viros o clavos de madera. Sin embargo, en La Alcarria, para evitar que se colara el agua, la nieve y el frío, lo habitual era colocar encima del témpano una laja o lancha de piedra, un trozo de tinaja o incluso tejas, esteras u hojalatas de bidones. Encima de todo ello, se ponían varias piedras para que el viento no lo levantara.

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La base de la colmena no se cubría; se asentaba `bien calzada´ directamente sobre una losa o piedra plana, que hacía de base y la protegía de la humedad, evitando grandes rendijas por donde pudieran colarse pequeños animales. En ocasiones se recurría a colocar pequeñas piedras, donde apoyaba la base del tronco con la losa, para permitir el paso de las abejas por la parte inferior. Finalmente, se sellaban los huecos o fisuras del tronco con estiércol o barro para aislar el interior del frío y del agua. En el caso de esta colmena, el tronco está reforzado con aros de hojalata, y un trozo del mismo material cierra un agujero de un nudo del tronco.

Una vez terminada la colmena solo faltaba introducir el enjambre, las abejas construían sus panales y los rellenaban de miel y polen. Las colmenas deben situarse en lugares bien resguardados del viento. En Horche se localizaban colmenas en Valdelcobo, Pacolín, Marimorena, Las Fuentes/Los Pozuelos o en cualquier otro paraje orientado al sur o al sureste, y con agua cercana. Varias familias horchanas durante décadas se dedicaron a su recolección y venta, siendo conocidos como los `mieleros´. Actualmente, en el municipio sigue esta dulce tradición de producción y distribución de miel artesanal, con denominación de Origen Alcarria, una prestigiosa empresa familiar.


[1] Jayme Gil (1621), Fray Francisco de la Cruz (1653), Palmer Simón (2002).

[2] La miel de La Alcarria producida y envasada en la comarca natural de La Alcarria, entre las provincias castellano-manchegas de Guadalajara y Cuenca, está protegida por la Denominación de Origen desde el 11 de noviembre de 1992. A su vez está registrada como Denominación de Origen Protegida (D.O.P.) de conformidad con el reglamento de la Comisión Europea desde 21 de junio de 1996. Se puede encontrar en mayor o menor grado de viscosidad, dependiendo del grado de cristalización. Tradicionalmente se envasaba para la venta en parrones de barro, acompañados de una cucharita de madera.

 

Bibliografía

  • CRUZ, Francisco de la (1653): Breve tratado de la cultivación de las colmenas y lo que con ellas se ha de hacer para su conservación [por] el Hermano Francisco de la Cruz, en el convento de Bolarque; copiado y certificado por Fr. Diego de Jesús María (O.C.D.). 23 h.
  • GIL, Jayme (1621): «Perfecta y cvriosa declaración, de los provechos grandes qve dan las Colmenas bien adminiʃtradas: y Alabanças de las Abejas». Zaragoza, Pedro Gel; A los Señales. [i-xv] p., [256] h.
  • PALMER SIMÓN, María del Carmen (2002): «La miel: de la flor a la escena» Cuadernos de Etnología de Guadalajara. Diputación de Guadalajara, nº 34, pp. 119-134.

 

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